Familia de en torno a 1900 posando en el salón de su casa
Familia posando en el salon de su casa, hacia 1900

Como cuento en mi libro Se buscan Cronistas Familiares, hay tres vías principales por las que las personas entran en la genealogía: Investigar de donde viene su apellido, investigar una leyenda familiar o, sencillamente, reconstruir su árbol genealógico.

¿Pensabas que esta última razón era la mayoritaria y principal? Yo personalmente no lo creo. Suele ser la curiosidad por los detalles, o la intriga por lo desconocido lo que nos empuja a adentarnos en la historia familiar y luego ya viene lo demás. Seguramente las condiciones para convertirnos en unos locos genealogistas ya se daban, pero hacia falta prender la mecha.

Cada persona tiene sus razones para interesarse por su historia familiar que pueden coincidir -o no- con las que he expuesto más arriba. Todas son legítimas y respetables pero me quiero detener en esas tres.

  • Averiguar de donde viene nuestro apellido. Suele ser el caso de que tengamos un apellido curioso, extravagante o sugerente. Como el mío. 30 años dándole vueltas al asunto intrafamiliarmente hasta que me decidí a tirar del hilo. El resultado fue mucho más que averiguar que es un apellido vasco derivado de Arratia: fue el comienzo de mi relación con la investigación genealógica. Estudiar mi apellido me enseñó a investigar otros apellidos y descubrí un mundo interesantísimo más enlazado con al historia de lo que muchos se piensan, pero también fue el primer contacto con los libros parroquiales, con archivos y registros civiles. Fue mi primer paso.

  • Hacer nuestro árbol genealógico. En mi caso, estaba ahí, había recopilado datos de las fuentes familiares pero no era mi primer objetivo. Para otros sí, reconstruir el árbol familiar es la primera motivación. El árbol genealógico es la base de todo y realmente es por dónde deberiamos empezar pero pienso que no tiene que ser la meta. Quedarnos en los nombres y fechas puede acabar por no decirnos nada y quedarse en un vulgar pasatiempo si no lo aprovechamos para adentrarnos mas allá de las puertas que se nos van a entreabrir por el camino. A lo mejor no piensas igual. Bueno,pues vale.

  • Descubrir que hay de cierto en una leyenda familiar. Aquí entra desde lo desconocido hasta lo conocido a lo que le faltan detalles: intentar saber si es cierto eso que «se dice de» o lo que «nos contaron sobre». Suele ser algo no muy alejado en el tiempo, ya que de lo más lejano normalmente ya no queda memoria, aunque también puede referirse a las sospechas sobre un lejano origen del apellido o de nuestro linaje. Las opciones son tan variadas como diversas son las historias y situaciones que generan nuestras vidas e interacciones. Creo que en este caso es recomendable ilustrarse antes bien sobre el contexto de la anécdota (leer sobre la época, sobre el lugar, las costumbres…) y conocer un poco más sobre las fuentes disponibles antes de empezar a dar palos de ciego. En su momento yo también me «chupé» algunos cuantos libros que no tocaban en el archivo que no era.

Pero al final, de todo se aprende. Y seas de los que se lanzan sin salvavidas al océano del tiempo o seas de los que se pasan media vida metiendo el dedo gordo del pie sin decidirse a adentrarse en la playa, elige cual sera tu primer objetivo y anímate: ese primer paso casi nunca suele ser el último.

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